Está en nuestras manos reaccionar de manera
sana ante lo que nos pasa, o responder automáticamente, con pensamientos y
conductas que nos terminan haciendo más daño.
Mientras
más atención y conciencia podamos prestar a lo que sentimos, pensamos y a cómo
enfrentamos un evento estresante, más capaces seremos de mantenernos libres de
la enfermedad. Está en nuestras manos aprender a responder y no reaccionar.
Tal
como dice el antiguo proverbio taoísta: «De acuerdo a cómo un hombre vive, así le
sucederán las cosas, y no es tanto lo que le sucede, sino cómo lo toma». Hay
una gran diferencia entre reaccionar automáticamente ante un evento estresante
y responder a él. Como veremos, esta distinción no está en el evento en sí, ni tampoco
en la primera respuesta de nuestro organismo.
Si nos vemos sometidos a una situación
estresante, seguiremos sintiendo que se nos tensa el cuerpo o que el corazón palpita
más fuerte. Es más: ante ciertos hechos, probablemente continuaremos sintiéndonos
amenazados, heridos, temerosos, furiosos, resentidos, impotentes o el
sentimiento que sea que se gatille en cada uno de nosotros ante una situación que
evaluemos como amenazante. La diferencia clave está en tomar conciencia de lo
que nos ocurre, mientras nos ocurre.
Solo así podremos empezar a responder y no reaccionar
automáticamente. Y en eso, la
práctica de mindfulness es fundamental. La palabra clave aquí es «parar».
Detenernos. Darnos cuenta del impulso que nos lleva a seguir eternamente en esta
vorágine de actividades sin conciencia y darnos una pausa. Tomar conciencia y
abrir un espacio antes de actuar, para poder elegir sin dejarnos llevar por
nuestros automatismos.
Barbara Porter y Magdalena Andrade.