En una
época cuando el mundo enfrenta el espectro lúgubre de la escasez, hay una gran
necesidad de comprender la omnipresencia de la sustancia divina. Existe poca duda
de que las personas pueden fallar y hasta pasar hambre en su experiencia de vida.
Pero la gran verdad de “la realidad de la afluencia” es que existe una abundancia
legítima para cada persona, la cual debemos reclamar, y que la escasez de
cualquier tipo en la experiencia humana es resultado de algún tipo de obstrucción en el libre fluir del proceso
creativo.
Lao-Tsé
enseñó este concepto del fluir hace más de 3000 años. Él declaró que el espíritu
humano tiene su fuente en un fluir cósmico, así como los ríos tienen su fuente en
alguna montaña lejana. Encontrar nuestra fuente, dijo él, es aprender el secreto
del cielo y la tierra. La vida sólo te pide que fluyas con ella, que no opongas
resistencia a su avance inexorable, que no te arrastres a rincones oscuros de insuficiencia
ni erijas barreras. De aquí que el secreto de la prosperidad y del éxito es que
éstos vienen a ti por medio de ti y no solamente a ti.
Por
supuesto, esto contradice a la “sabiduría del mundo”, que pregunta: ¿Deseas ganar
dinero, llevar una buena vida, lograr seguridad y obtener fama y fortuna? Puedes
lograrlo “allá afuera” en el mercado. Por supuesto, pronto aprendes que muchas
otras personas están buscando frenéticamente allá afuera por las mismas cosas.
Hasta puedes llegar a sentir la presión de la competencia y de la visión limitada
de que el éxito de otro es tu fracaso, y que la ganancia de otro es tu pérdida.
Por eso
es que Emerson insiste en que debes “olvidar la sabiduría del mundo”, porque
ésta trata con lo que es aparente, no con lo real. “No juzguéis según las apariencias,
sino juzgad con justo juicio” (Jn. 7:24). Pareciera que la prosperidad es simplemente
un asunto de tener dinero. Pero la Verdad es que es estar en el fluir de la
sustancia.
Eric
Butterworth.
No hay comentarios:
Publicar un comentario