La ley
del justo retorno se ha formulado de muchas maneras en las grandes enseñanzas
espirituales de la humanidad. Se denomina «ley del karma» en numerosas
enseñanzas orientales, también «ley de la causa y del efecto»: a nivel
espiritual, se considera que toda causa tiene un efecto.
En el
Nuevo Testamento se dice que incluye varios pasajes precisando este justo
retorno, por ejemplo: «Cada cual recibirá el pago de sus obras el día de la
resurrección» (Sura III, La familia de Imrán, 182).
En su
hermosa introducción a la Cábala, el rabino Adín Steinsaltz recuerda que «Todo
lo que el hombre hace crea en retorno un flujo vital; el conjunto de su ser
espiritual está implicado en cada uno de sus actos»1. Tema que encontramos a lo
largo de todo el Antiguo
Testamento.
Así, el libro de los Proverbios dice que «el malvado tropieza en su maldad»
(14,32), y el Eclesiastés añade: «Dios hará que rindan juicio todas las
acciones, aun las ocultas, buenas y malas» (12,14).
En la
concepción cristiana, la gracia puede anular la ley del justo retorno, pero
sólo bajo ciertas condiciones, como el sincero arrepentimiento.
El
confucianismo subraya que «lo que de ti sale a ti volverá»; y en el hinduismo
se encuentra esta frase: «No puedes cosechar lo que no has sembrado. Crecerá el
árbol que plantaste».
Habitamos
un universo en el que todo es energía: el más modesto gesto necesita un gasto
de energía, y el pensamiento mismo es energía. Esto es verdad respecto a las
palabras y las acciones, pero la energía más poderosa, ya que da origen a todo
lo demás, es el pensamiento. Podría decirse que en el nivel del espíritu los
pensamientos son como «boomerangs». Conviene prestar atención a los pensamientos
que enviamos al universo, ya que más pronto o más tarde volverán a nosotros,
aumentados con una energía positiva o negativa.
Pierre
Pradervand.
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